Monday, June 12, 2006

Writer's block

Es la eterna discordia entre la práctica y la teoría. Residir en la última equivale a un trayecto lineal que con el paso del tiempo se traduce en uno lineal en declive. Los despertares están entre las salidas posibles, pero éstas son temporarias y de plazo fijo. Su duración está determinada por el nivel de esa fuerza o debilidad que llamamos ambición. Si tuviera que otorgarle un color, esta palabra sería negra. Muchos, lógicamente, la pintarían de amarillo.

Cuando la ambición es moderada, la satisfacción inmediata impone su corte seco, condenando al teórico a la inacción. El camino de la complejidad sólo lleva a más complejidades, en particular a aquellas fuera de nuestro alcance. Esto lleva a más cortes que derivan en la nulidad. El tiempo pasa y los cambios son obligatorios. Si el teórico no los acompaña, sucederán a su lado, en un plano paralelo que ennegrece la línea divisoria, alejando aún más al pensamiento de la acción.

Yo no soy la misma persona de ayer-no confío en la memoria- y sin embargo condeno a aquella que seré. Yo no escribí esas líneas que temieron la prosa y optaron por la seguridad estética de la estrofa. Yo no me hago responsable por esos versos eternamente filtrados, racionalizados y recompuestos hasta lograr la espontaneidad. Yo no escribo esto en mi entereza; tampoco reconozco al autor. La infelicidad es mi única fuente de voluntad, y he tenido la desgracia de descubrir la felicidad como estado permanente. No quisiera que los tristes se encontraran alguna vez con mi hallazgo y creyeran estar condenados a su tristeza. El miedo al tedio ha impreso la frialdad en mis textos, y la asociación errónea de la simpleza con la mediocridad me ha llevado en el camino nulo de la complejidad.

Sueño con poemas felices llenos de humanidad, pero mi felicidad reside en la teoría. Seguramente la explicación de un psicólogo se asemejaría a la siguiente: “En una etapa de crisis y de reflexión constantes, escribiste dos o tres poemas que te brindaron un cierto bienestar. En períodos de felicidad y bienestar pleno, no sentiste la necesidad de escribir poemas tristes. Es decir, poemas. Lo que debemos hacer es deshacer estas asociaciones estrictas y negativas en tu cerebro, y rearmarlas, uniendo la tristeza con la felicidad y, por último, la felicidad con la escritura.”
En cambio yo busqué cursos de maquillaje social en Google, opté por la traducción en vez de la producción propia, y decidí que lo principal era ser buena persona y ser feliz, y tal vez un día tener hijos y hacerles tortas de chocolate. También me doy cuenta de que no me he movido de la línea estática, manifestando esto mediante palabras como “optar”, “en vez” y “en cambio”, cuando todas las cosas mencionadas podrían ser un todo, una unidad. Sé que en unas horas me arrepentiré de este texto, pero he decidido olvidarlo, al igual que todas las otras cosas que soy y que me esclavizan.